Llegó a la esquina, volteó
sigilosamente, y se encaminó al paradero, se encontraba en la calle Zepita del
Callao, al costado de la antigua cervecería Pilsen,
de la Calle Sáenz Peña. Los transeúntes iban y venían. Se paró en la cola, algo
avergonzado. La gente lo miraba de reojo, extrañados por la situación, ese paradero era sólo para gente adulta.
Trató de pasar desapercibido, pero era imposible, la gente lo miraba … De
repente alguien vociferó: Al sitio….al
sitio……; falta uno….falta uno… Sí, era el paradero de los colectivos que se dirigían a los
burdeles del Callao; para colmo, en ese momento estaba solo en la fila,
esperando, como habían convenido, a sus compañeros del colegio, que se estaban
tardando.
Esquina
de Zepita y Guisse, paradero de los colectivos
Al
sitio….al sitio…..falta uno ... repetía el “llamador”. Su consigna
era llenar lo más rápido posible el carro,
generalmente era una carcocha que hacía su ruta desde las 4 de la
tarde hasta las 10 de la noche, en que cerraban el lupanar.
Iba impecable, se había puesto su ropa dominguera, aunque era sábado, pero
la situación lo requería, según él.
Mientras esperaba en la
fila, estaba pensando como pasar en la
entrada a los burdeles. Eran adolescentes; ni poniendo cara de malo, ni con un cigarro en la boca pasarían piola. Eran muy
jóvenes. De pronto, llegó el Flaco, apurado, como siempre, pues llegaba tarde a todo evento, situación que ya
le había causado algunos problemas en el colegio, tan estricto en disciplina,
lo que había ocasionado que algunas veces se quedara castigado por “tardón”.
-O’e, uón, ta’madre,
... siempre llegando tarde, y yo como siempre, esperándolos , ... ta’ que no
jodan pé.
El flaco como siempre se disculpó, :
Puta cuñao, mi vieja me
mandó a hacer una vaina, y si no la hacía, pues no había billete para hoy, así que chitón, nomás.
Se pusieron en fila, los
dos, faltaba el Gordo, que no llegaba. De repente el Flaco dijo:
-Mira, allá al fondo, ahí
viene, ... ¡Es él, es él!
Era él, Tilelo, con su figura
inconfundible: alto, regordete, medio patuleco al caminar, pero algo llamó su
atención, venía con el uniforme de salida,
-Ta’ que huevón, es éste, se
ha puesto el uniforme, ta’ que idiotón …
Llegó jadeante, sudoroso,
apurado, algo avergonzado …
-Que pasó uón, ¿por qué te has puesto el uniforme?, replicaron,
-Mi
vieja cuñao …. le dije que iba a una cita y me obligó a ponerme el uniforme ...
No tuve remedio.
-Ta’ mare, no puedes entrar
al chongo con el uniforme.
Se dirigieron a la tienda
del “chino” de la esquina, y compraron una bolsa grande; allí pusieron el kepí,
la polaca la metieron como pudieron
al maletín que portaba, que era parte
del uniforme de salida.
Emprendieron la marcha,
recorrieron el Callao antiguo, pasando por la Plazuela de los Burros, la calle
Zepita , llegando a la Avenida Argentina, siguieron por El Obelisco,
circundando Puerto Nuevo y Corongo. Llegando a la Avenida Centenario de repente
se encontraron en la entrada a los burdeles: El Trocadero, El Botecito, y La Salvaje, en ese orden.
Ingreso
al Local en la Av. Gambetta
Parqueo interno de
los colectivos
Faltaba el escollo
principal: sortear la entrada, cuyo guachimán era nada menos que el tristemente
célebre Negro Bomba, famoso por ser
uno de los causantes de la tragedia del
Estadio en Mayo de 1964, (*). Era
conocido en el ambiente por ser de malas pulgas. Habría que ver la manera de
escabullirse y pasar; lo mejor sería
aprovechar la hora y el tumulto. Eran casi las 5 pm, y todavía no abrían
las puertas. La gente, jadeante, sudorosa, se arremolinaba en el portón del
burdel. Se sentía un fuerte olor a pezuña, a sobaco, a poto. Era gente de toda
clase social, cultura, educación; aquí no había ninguna diferencia, todos eran
iguales, seres cuyo único fin en ese momento era poder ingresar lo más pronto
posible, y saciar sus instintos. Se podía apreciar blanquitos, cholos, negros.
De pronto abrieron las puertas del Troca
y la multitud entró en tropel, arrastrando a los tres muchachos al interior,
para su suerte.
Ingreso
a las instalaciones
Instalaciones
internas
Era un gran pasadizo, ancho,
con cuartuchos a los costados; las féminas
apostadas en las puertas, semidesnudas, cholas, chinas, morenas, gordas,
flacas, había de todo, para todos los gustos … Algunas dejaban ver su cuerpo al
descubierto ... Otras, escondían su intimidad tras las puertas. La gente
normalmente les preguntaba :
-¿Cúanto
?
-Quince … Diez ... Cinco …, contestaban dependiendo de la pinta,
-¿Qué sabes hacer?,
-Chupadita y poses ..., replicaban;
-Por el chico… ¿Cuánto ?
Normalmente subían la tarifa en cinco soles, aunque algunas veces te mandaban a la mierda
(*) Aún se recuerda cómo ingresó a la cancha del
Estadio Nacional, en un partido de fútbol por el campeonato pre-olímpico
Sudamericano (1964) entre el Perú y Argentina, para agredir al árbitro uruguayo
Miguel Ángel Pazos, quién había anulado el gol de empate del equipo peruano, lo
que le daba la clasificación para la olimpiada, el gol fue de “Kilo” Lobatón.
------------------------------------------
EL
polvo
Pato
Lucas, había conversado previamente con una de ellas, había
convenido el precio y, por una suma módica ella iba a atender al Gordo de la
mejor forma, teniendo en cuenta que era su
primera vez. Él estaba algo
nervioso. Las únicas mujeres desnudas que había visto en su vida era en los
almanaques de bolsillo, una especialmente, que contenía el cuerpo desnudo de
Marilyn Monroe, por el que sentía gran predilección, sobre todo cuando lo
acompañaba al baño de su casa, lugar al que acudía con frecuencia.
Ingresó al cuartucho, su
primera vista fue una mesita de centro, con algunas estampas religiosas. Sí,
eran el Señor de los Milagros, la Virgen del Carmen, San Hilarión, y la inconfundible Sarita Colonia, cada figura con su
cirio respectivo, lo que, a pesar de las circunstancias, reflejaba la gran devoción de la señorita en mención; al mismo
tiempo, a través de la puerta se
escuchaba un conocido bolero de esos
cantineros, bolero de “rockola”, que entonaba Daniel Santos :
parece mentira, tantas
esperanzas,
que en su amor
cifréeeeeeeeoooooouuu”, ………….
lo que conjuntamente con un bombillo rojo le daba al ambiente el
inconfundible tono de burdel.
Se quedó parado, ella lo
cogió de la mano, lo llevó al baño, seguía nervioso, sudaba. De repente ella le
dijo :
-¡Sácatela...!
Tímidamente se bajó el
cierre, sacó su miembro viril, todo flácido. Ella lo tomó en su mano, lo revisó
unos segundos y replicó :
-¡Bájate el pantalón!
Lo hizo con temor. Ella lo revisó nuevamente,
sobre todo el vello púbico, para asegurarse de que no tuviera ladillas;
seguidamente, le aseó el miembro, acto
seguido le dijo:
-¡Quítate la ropa!
Lo hizo con lentitud. Al
momento de quedar completamente desnudo, hizo el ademán de ir a la ducha,
-¿Qué
haces?, preguntó
ella, con una ligera sonrisa …,
-No,
no es necesario …”, Anda a la cama y acuéstate.
Él lo hizo con una sensación
de angustia en todo su cuerpo, no sabía qué hacer, sobre todo porque ella era
la que dominaba el acto en ese momento.
Se recostó en la cama,
mirándola. Ella se desnudó por completo, era una de esas cholonas, guapa, de
buen cuerpo, bonitas caderas, pechos erguidos, con un buen culo. Se dirigió a
la cama y le dijo:
-No
te preocupes, la vas a pasar muy bien; además, me gustas … No te preocupes …
Relájate …,
Hacía bien su papel, sobre todo por los 10
soles adicionales que había recibido previamente.
Se sentó a su lado, le cogió
el miembro, y empezó a acariciarlo. Tilelo sintió que la sangre se le bajaba al
pene, se le puso duro. Ella seguía tocando su cuerpo juvenil, lo abrazó y le
dijo :
-Relájate
..., Relájate …
En el acto, se montó encima
de él, tomó el órgano masculino y lo colocó suavemente dentro de ella. Empezó a
menearse. Metía y sacaba … Metía y sacaba … Lo hacía con gusto, pues el miembro
del muchacho era para respetarlo, lo suficientemente grande como para
proporcionarle un gran placer; a pesar de lo trajinada de su vida, gozaba con ese gran muchacho, guapo y además … virgen.
Siguió meneándose, durante
largo rato, algo extraño para ella, pues acostumbrada a estos menesteres era
normal que el marchante a los pocos minutos terminara por eyacular, así ella
podría asearse y continuar con el negocio.
En pleno acto, y ya algo cansada
le pregunto :
-¿Ya terminaste?,
-No … estoy en cuarto año, replicó el mozo.
Lo que arrancó de ella una
sonrisa burlona. No le contestó; simplemente a los segundos sintió alguna
humedad dentro de su vulva, y él, relajado, sólo se limitó a descansar en el
lecho. Se quedó contemplándolo. Era casi un niño; hasta podía hasta tener la
misma edad de su hijo, pensó. Lo invitó a pararse.
Lo aseó. Él se vistió, se quedó parado frente a
ella, le dio la mano para despedirse, y sólo atinó a murmurar inocentemente :
-Hasta
luego señorita ..., muchas gracias …
Salió del cuarto, sonriente,
había gozado como chancho, estaba
feliz, no cabía en su pellejo. Como música de fondo esta vez se escuchaba otro
bolero característico de los burdeles :
para no llamarte,
me queman tus besos,
me sigue tu voz;
pensando que hay otro
que pueda besarte,
se llena mi pecho
de rabia y rencor...
Al reencontrarse con sus
compañeros sólo atinó a decirles :
-¡Gracias muchachos…!
Se encaminaron a la salida
... De repente vociferó:
-Puta cuñao, dónde está la bolsa, puta … ¡la
bolsa…! .
Al idiotón le habían tirado la bolsa, con el kepí adentro ... Menudo
problema iba a tener al regresar de su salida
al colegio.
Llegó a casa y se dirigió a
su cuarto, cogió el almanaque de bolsillo, sí, el de Marilyn Monroe calata, y
se dirigió al sitio predilecto de su casa, al baño.
El “ampay”
Sentado en el baño,
completamente desnudo, tenía en la mano un almanaque de bolsillo, con la foto
de Marilyn Monroe completamente desnuda. Se estaba acariciando el miembro, el
cual era grande y estaba completamente erecto, de repente se abrió la puerta ...
Sí, era su mamá, que había irrumpido en el baño, pues estaba sin seguro, y lo
sorprendió… (**)
-Ayyyyyyyy … gritó la
señora, ¿qué haces…?”,
Él solo atinó a cubrirse mientras su mamá
salió presurosa. Él se quedó sentado, por un largo rato, estaba avergonzado.
Ahora su mamá ya sabía por qué se metía
al baño por lo menos tres veces al día …
La escuchó hablando por
teléfono, sabe Dios con quién, sólo
decía con su voz de pito:
-Ay hija
… cómo me arrepiento de haberlo metido a ese colegio … Me lo han convertido en
un Diablo ... ¡¡¡en un Diablo ...!!!
Al rato salió del baño, se
dirigió a su dormitorio, a cambiarse, y salir, pues tenía una cita muy
importante: había convenido con sus compañeros de cole, en encontrarse esa tarde, para ir a los burdeles del Callao.
(**) Tanta visita al baño de su casa, sentarse
calato con su almanaque de compañía
le había ocasionado una lesión. Sí: algunos meses atrás lo habían operado de varicocele, que en cristiano significa dilatación de las venas del cordón
espermático, o sea al acrecentamiento
y a la tortuosidad del plexo pampiniforme que drena los testículos.
Hugo Pazos
No hay comentarios:
Publicar un comentario