Don Ricardo Palma Soriano (1833-1919) y su
familia
Fuente: foto de internet
"Callao" y "Chalaco"
(1885)
Ha vuelto a ponerse sobre el
tapete de las disquisiciones la cuestión relativa al origen de las voces Callao y Chalaco. En 1885, los diarios El
País y El Callao me compelieron a
emitir una opinión. Dije por entonces: «Sin humos de maestro o de autoridad, en
asuntos de historia patria, voy ligeramente a borronear lo que, como resultado
de mi afición a ese género de estudios, he alcanzado a obtener sobre la fundación
del primer puerto de la República y origen de su nombre. Lleno así el deber de
contribuir, siquiera sea con un dato, al esclarecimiento de puntos obscuros en
nuestro pasado colonial. Dejo la cuestión en pie y para que otros digan la
palabra final, limitándome a acumular hechos y noticias que acaso sean de
provecho para la juventud estudiosa; y sobre los datos que a granel exhibo,
otro podrá ir más adelante en la investigación».
He aquí el artículo que
publiqué por entonces, y que hoy reproduzco por haberse reabierto la discusión.
I
Datos preliminares
Que hasta dos años después de
la fundación de Lima no fue el Callao más que humildísima ranchería de
pescadores, lo comprueba el acuerdo que celebró el Cabildo de los Reyes en 6 de
mayo de 1537, en virtud del cual dio licencia a Diego Ruiz, español, para que
edificase un tambo o mesón de paredes sólidas. Ya en 1555 llegó a haber hasta
seis casas de ladrillos y adobes, cinco bodegas o almacenes del mismo material
y gran crecimiento en la ranchería de Pitipití. El 20 de septiembre de este
año, y a petición de Juan de Astudillo Montenegro, nombró el Cabildo a
Cristóbal Garzón para el cargo de alguacil del puerto, y en 21 de octubre
regularizó el rapartimiento de solares, señalando dos para iglesia y casa del
párroco.
El Callao empezó a tener
carácter formal de población en 1566, pues fue en 25 de enero de ese año cuando
el Cabildo de Lima le nombró un alcalde, con funciones en lo civil y en lo
criminal. Y tal sería la importancia que fue conquistándose el Callao, que en
1671 el rey le acordó título de ciudad.
A mi juicio, debió ser después
de 1549 cuando se generalizó el nombre Callao
para hablar del puerto vecino; porque autografiada, y a la vista, tengo una
carta de don Pedro de La Gasca a los príncipes de Hungría y Bohemia
(Maximiliano y María), gobernadores de España, dándoles cuenta del estado de
los asuntos en el Perú. Ese documento está así datado: Puerto de la ciudad de los Reyes, a 6 de diciembre de 1549.
No es argumento que destruya
esta opinión mía el de que el Palentino, en su Historia de las guerras civiles de los conquistadores, hable del
Callao de Lima: pues el minucioso cronista empezó a escribir su libro en 1566,
dándolo a la estampa en 1571.
El
Callao llegó a su apogeo después del tremendo terremoto del 20 de
octubre de 1687, en que una salida del mar inundó la ciudad. Entonces fue
cuando quedó definitivamente anillada y amurallada en forma triangular, y
cuando tuvo el palacio, las siete iglesias y los seis conventos de que habla el
virrey conde de Superunda en su Memoria,
magnificencias todas que desaparecieron en la ruina del 28 de octubre de 1746.
Cuando el primer terremoto
(1687), entre vecinos y guarnición contaba el Callao mil ochocientos
habitantes; y en 1746, según las relaciones de Llanos Zapata y del capitán don
Victorino Montero del Águila, excedían de siete mil quinientos los vecinos.
En el censo de 1832 figura el
Callao con dos mil trescientos vecinos; y en el oficial de 1876 con más de
treinta y dos mil.
A los que deseen mayor copia de
datos sobre el Callao antiguo, les recomendamos la lectura de la carta-informe
del marqués de Obando acerca del terremoto de 1746, y la descripción que de ese
puerto escribió en 1785 don José Ignacio Lequanda, contador de la Real Aduana.
No menos preciosas páginas noticieras son las del jesuita Bernabé Cobo, que de
1650 a 1653 residió en el Callao, como rector de la casa que allí tuvo la
Compañía, y las del erudito limeño Córdova y Urrutia, cuyo libro tiene la
importancia de un catálogo de datos curiosos.
II
Dos orígenes inaceptables de la palabra Callao
Por disposición del conde de
Toreno, ministro de Fomento a la sazón, se publicó en Madrid en 1877 una
lujosísima obra de más de mil páginas en folio mayor, titulada Cartas de
Indias, y de la que el gobierno español envió de regalo un ejemplar a la antigua
Biblioteca de Lima. Desaparecido éste en 1881, ha sido reemplazado con otro
ejemplar, obsequio del señor don Joaquín J. de Osma. Al final de la obra hay un
vocabulario geográfico, en el que se lee lo siguiente:
«CALLAO (EL).- Así se empezó a
llamar el puerto de la ciudad de los Reyes, desde los años de 1549, por una
pesquería indiana, de antiguo establecida en aquel punto. Callao en lengua yunga o de la costa significa cordero».
Afírmelo quien lo afirmare, eso
de que Callao significa cordero, no merece
gastar tinta en refutarlo. Es un testimonio antojadizamente levantado al yunga.
Con motivo de esta
investigación etnológica, he leído también (y por la primera vez en letras de
molde) hace pocos días un nuevo origen de la voz Callao. Dice un articulista, con angelical candor, que viendo
Pizarro la mansedumbre de las olas, exclamó: «¡Qué callado es este mar!». Y así
como Balboa bautizó el mar del Sur con el nombre de Pacífico, nuestro puerto
mereció el de Callado, que no lo es,
porque bastante ruido mete por el lado de la mar brava. Si Pizarro hubiera sido andaluz y no extremeño, o si
entre los primeros conquistadores, en vez de vascos y castellanos, hubiera
habido siquiera un centenar de hijos de la tierra de María Zantízima, posible es
que hubieran lanzado un «¡Sonsoniche! ¡Y qué Callao es este demonio de mar!».
Lo de que Callao viene de Callado no
puede, pues, tomarse en serio. Ni a Cieza de León, ni al Palentino, ni al
jesuita Acosta, ni al agustino Calancha, ni a cronista alguno del siglo XVI se
les ocurrió llamar Callado al puerto
del Callao. Pase tal nombre como un
esfuerzo de ingenio, y punto y acápite.
III
¿Es indígena la voz Callao?
Hasta 1878 era para mí artículo
de fe que la palabra Callao viene de
la voz indígena calla o challua (costa y pesca, por
generalización), y así lo dije por aquellos tiempos a mis amigos los señores
Flores Guerra, Alejandro O. Deusto y José Gregorio García, que más de una vez,
me dispensaron el honor de consultar mi opinión sobre el origen de la voz
Callao. Vigorizaba mi creencia la circunstancia de que hoy mismo se da el
nombre de cala al acto de la pesca; y
para ser lógico tenía que reconocer el mismo origen indígena a la palabra chalaco. Y que estas opiniones mías
estaban muy lejos de ser desautorizadas o de no apoyarse en autoridad histórica
o lingüística, lo compruebo con las siguientes líneas que copio de la página
28, edición sevillana de 1603, hecha por mandato del Concilio de Lima, de la Gramática del arte aymará. Dicen así:
«Otros nombres hay compuestos de dos sustantivos, porque en esta lengua no hay
nombres adjetivos para significar la materia de que está hecha alguna cosa,
como terrenus aureus, etc.; ni hay
nombres derivados de ciudades o provincias, como hispalensis, peruvianus,
etc.; y en lugar de éstos usan los indios de los nombres sustantivos, poniendo
primero el que significa la materia de la cosa o la ciudad, domus lapidea, calauta (casa de piedra),
o bien homo-cuzquensis, cuzco-haque
(hombre del Cuzco».
Siguiendo esta regla, y denominando
chala (costa) al Callao, tendríamos,
para designar al hombre allí nacido, challa-haque,
del que por corrupción pudo salir chalaco.
No falta quien afirme que el
nombre Chalaco, en el departamento de
Piura, tiene idéntica derivación. Arena, se dice también en aymará challacuchal-llacu, y como este pueblo
está situado en arenales, vendría su nombre de chala-lacu (arena) y no de chala
(costa) o de challa-haque (hombre de la costa). Alcedo en su Diccionario
geográfico dice que Chalaco es pueblo y asiento de minas en el corregimiento de
Piura, y rehúye entrar en explicaciones sobre su nombre.
Desde luego ni la palabra Callao, ni la palabra chalaco pertenecen
al quechua; pues no se encuentran en el vocabulario de esa lengua publicado en
1707 por el jesuita González Holguín; ni en el del franciscano Honorio Mossi,
impreso en Sucre en 1860; ni en el que publicó el padre Torres Rubio en Roma en
1603; ni en el que se imprimió en 1585, por orden del Concilio limense; ni en
el arreglado por Francisco del Canto en 1614. Tampoco se encuentran estas voces
en el vocabulario chanchaisuyo del
padre Figueredo, impreso en 1700, ni en el yunga
del párroco don Fernando de la Carrera, impreso en 1644.
Aunque Collao tiene alguna semejanza con Callao, hay que advertir que la primera palabra no pertenece al
aymará. Esa palabra es derivada de colla (mina)
o collo (cerro) en lengua yunga; y el
nombre Collao, dado a esa región,
puede aludir a la cadena de cerros y a los minerales que en ellos se
encuentran. Este dato viene a probar que existió antagonismo entre los
dialectos del antiguo imperio incásico. En el yunga colla es cerro o mina, y en
el aymará, con sólo el cambio de una letra, es costa o arena: dos voces, rival
la una de la otra, como lo fueron los pueblos que hablaron esas lenguas.
IV
¿Es castellana la voz Callao?
Ojeando más que hojeando en
1878 un libro viejo impreso en Londres en 1660, con el título English navigators, encontreme con una
relación de las expediciones de los piratas Drake y Cavendish, que como es
sabido pasearon por estos mares a su regalado gusto desde 1577 hasta 1588, esto
es, cuando el puerto estaba todavía, como si dijéramos en mantillas.
Describiendo la playa, dice uno de ellos... «composed of the debris of marine shell, nammed Callao».
Más tarde consulté otra obra en
cuatro volúmenes, impresa igualmente en Londres en 1774, con el mismo título English navigators. En ella encontré
también un relato de las empresas de Sir Drake; pero la descripción del Callao
es rapidísima y no hallé repetida aquella noticia.
No obstante, mi curiosidad se
había despertado, y seguí investigando.
El jesuita Domenico Coleti en
su Dizionario storico geografico della
America meridionale, impreso en Venecia en 1771, dice:
«CALLAO (Callaum, calavia).-
Popolazione col titolo de cittá avuto nel 1671. Giorgio Spelberg fece l' asedio
nel 1615, e Giacomo Germin, dito il Romito, nel 1624, ma ambidue inutilmente.
Era ricca, popolosa e ben fortificata».
El dato carecía de importancia,
si al latinizar la palabra Callao no
la tradujese calavia, que es la voz
con que la marinería, en algunos puntos de la costa italiana, designa al
lastre.
El Petit Dictionnaire géographique de l' Amerique espagnole, impreso
en París en 1712, dice en la página 103:
«CALLAO (caillou). Port principale de Lima, etc.».
Para los franceses la voz callao significaba guijarro, piedra
pequeña; esto es, zahorra o lastre.
El señor Paz Soldán, en su Diccionario de peruanismos, impreso en
1883, consagra un artículo a la palabra Callao. Copiaré lo pertinente:
«Aunque la voz Callao no se encuentra en el Diccionario
de Salvá ni en el de la Academia, la trae el de Fernández Cuesta, en la
acepción de guija, peladilla de río, y también en la de zahorra, que quiere
decir lastre. Después de dar las definiciones que preceden, Fernández Cuesta
agrega que en términos de marina callao quiere
decir una de las calidades de fondo y de playa, acepción que parece decisiva en
favor de la etimología. Es igualmente voz portuguesa callao, que vale guijarro; y no falta quien derive callao de la voz griega xalix, que
significa lapillus, calx silex, caemente. Todas las acepciones de Callao que dejamos registradas concurren
en la descripción que del Callao hace el padre Bernardo Torres en su crónica
agustina, publicada en Lima en 1667. Dice: Su playa limpia, pedregosa, muy útil
para lastrar las naves que entran y salen del continente».
V
Conclusión
Minuciosa investigación hemos
hecho por averiguar si antes de 1747 se designó con el nombre de chalacos a los vecinos del puerto. Ni en
libro ni en documento alguno hemos hallado escrita tal palabra, sino con
posterioridad al año del famoso terremoto, lo que hasta cierto punto es
argumento contra la creencia de que chalaco
es corrupción de la voz indígena challahaque
(hombre de la costa).
Para la construcción del actual
Callao, por ruina del antiguo a consecuencia del terremoto e inundación de
1746, se emplearon, en calidad de peones y albañiles, negros esclavos de la
tribu o cofradías de los chalas.
Dícese que los limeños, para burlarse de los nuevos pobladores del puerto,
dieron en llamarlos chalas y chalacos. Este origen no pasa de ser una
tradición o conseja popular, y por lo tanto no puede ser considerado
seriamente.
Y como no sé más, en relación
con las voces callao y chalaco, ni he de echarme por los
espacios de la fantasía a rebuscar orígenes, pongo punto final a estos
renglones.