sábado, marzo 10

Narraciones Porteñas : Don Fausto el Vaporino


De las bodegas cerebrales y los pañoles evocativos más íntimos de mi niñez emerge su figura como nave avistada en el horizonte. Fue hombre que no sobrepasaba del metro 65 de puntal. Lucía calvicie avanzada, con exiguo saldo de pelo ensortijado y canoso circunvalante en su oscuro cráneo. Era negro chancayno, a la sazón octogenando ya como vaporino en tierra acoderado en El Callao. En ocasiones soltaba amarras de sus bitas abandonando permanentes espigones para visitar su tierra nativa, adonde una vez lo acompañé yéndonos en góndola pasamayina.
Lo tuve por vecino de mi hogar natal, allá donde Libertad y Paita convergen en el pubis de la pulpería del Chino de las Tres Puertas. Contumaz en solsticiales o equinocciales, impertérrito a frígidas humedades. Ocaseando la jornada salía para garbear por el alcázar e instalábase luego en la cofa de su vivienda, que quedaba a estribor de la mía. Oteaba lobregueces con ojos profundos. Esféricas fosas olfateaban con fruición las salobres brisas que nos llegaban de las inmensidades acuáticas.
Calle Libertad con Paita, Callao antiguo 1960 - Archivo Humberto Currarino-Callao

Extasiábale el vuelo de gaviotas, pelícanos, alcatraces, albatros, petreles, págalos pomarinos, charranes, pardelas capirotadas, o barnaclas obsequios de Hibernia, que planeaban por el cenít, revoloteaban por el acimut y aleteaban por el nadir.
Medía su existencia de proa a popa. Erguido, con los brazos en arco y como sujetando maronas con las manos, anudaba veredas y adoquinados en lento itinerario, como cuando por decenios lo hizo sobre la cubierta del barco o husmeando por los sollados. Estibado a conciencia, sin escorarse, guardaba equilibrios contra bamboleos y tormentas imaginarios: ¿Poseerían Putumayo o Bolivia, San Martín, Bolivar, Necochea, Castilla, Sucre, Miller o Gálvez, Constitución o la Calle Lima correntadas como las de Las Azores, o temporales como los del Báltico, o tifones como el Indico y los mares de China?
Caían las sombras y el firmamento tachonábase de estrellas consteladas. Las auscultaba absorto descifrando designios de los dioses. El cielo es libro abierto; más: una biblioteca con incalculables anaqueles y volúmenes; sólo hay que vadearlos para que nos insinuen sus secretos, como el barco mismo cuando por los años te haces ya parte suyo.
Fui marinero de cabotaje y de altura, me decía. He sido vaporino toda mi vida, y conozco el mar. Sé de la mar y de los barcos. No,... la navegación actual no es ya como aquélla de antes. Los barcos de hogaño son automóviles de agua que llevan y traen sin empeños, sin padecimientos, sin pugnas ni combates. Los marinos de antaño sí que éramos tales: a la hora que fuese aparecíamos en cubierta, vigilábamos que los aparejos estuvieran en orden: palos, vergas, velas. Trepábamos escalas. Palpábamos las jarcias de amarre, de arboladura, de labor,... ¡La arboladura,... cuántas dedicaciones!,... Desplegábamos o replegámos velas áuricas o cuadras con el tiempo que hiciese ¡Sí: los verdaderos hombres de mar salen de los veleros y el Perú debe tener el suyo propio para formar navegantes idóneos! No quedaba mástil de trinquete, mesana, contramesana, ni bauprés que se nos pasara por alto.
Archivo Humberto Currarino-Callao

He visto algo del mundo. Durante mi vida timoneé barloventando y sotaventando, por todos los piélagos, conociéndome los alisios, como si los tuviera acá -y me mostraba la blanca palma de la atezada mano-, orzando como mejor he podido, pero siempre recalé aquí en mi Callao. Si la escollera es adecuada buenos serán diques y muelles. Salté de flechaste en flechaste y hube de lastrame convenientemente para conservar el equilibrio. Daba sonda pero tampoco demasiado. Todo lo que necesitamos es vida sana; con buena quilla y sobrequilla. Con excelentes vagras, cuadernas, roda y codaste puédese mucho. Acódate en la amurada y observa: aprenderás de quebrantos y arrufos de mareas cotidianas. Navegarás a todo trapo o pondrás el buque al pairo, entre sargazos. Inclusive habrá derivas, mas nunca te faltará útiles turafallas para obstaculizar entradas acuosas ni imbornales para desaguarlas. No hagas ascos de chupeta donde guarecerte. Si de ciar se trata que sea por poco tiempo. Cuando lo precises echarás mano a sirgas, cabos, bolinas, drigas, obenques, escotas, relingas o calabres oportunos, o a cordel siquiera amarrado a fortuito lugre e, inlusive a esquife que te remolque por el mundo. Escudriña las filásticas para que no te falten magníficos calabrotes. Engrasa los motones y aprende el uso de trócolas, pastecas y cuadernales. En el Malecón diviértete con las lanchas ayudándose de bicheros al acercarse al dársena. No dejes trapas ni trincas sueltas. Quizás por ser criatura jamás me habló de ninguna cariátide de carne y hueso ni de mascarones de proa con silueta femeninas de senos prodigiosos y ombligos alucinantes y seductores.
Archivo Humberto Currarino-Callao

Lo escuchaba fascinado, empapándome de sus pretéritas travesías,... ¡Cuántas noches quedaron registradas en mi cuaderno de bitácora espiritual! Algo de monotonía había en su voz, pero ésta distaba de cansina, hasta que un día hundióse en los confines de los mares.
Han discurrido años y distancias, y esta alba tarde de níveo invierno boreálico tengo ante mis ojos un recordatorio negro atesorado, que abro y leo: No olvidéis en vuestras oraciones de rogar a Dios por el alma del que fue Fausto García A. Que falleció el 19 de enero de 1965
Recuerdo de sus amigos
Misa celebrada en la Iglesia Matriz
En el 1er mes de su fallecimiento
El Callao
19 de febrero de 1965.

Ricardo E. Mateo Durand
Tartu
Estonia
Viernes 19 de febrero de 2010
 

 


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