sábado, febrero 25

Narraciones Porteñas - El Gringo Peluquete

EL GRINGO PELUQUETE

Peluquete, llamado así familiarmente de cariño, era un excelente muchacho llegado al mundo en el cogollo del Callao, donde creció y se hizo hombre. Alto, simpático, rosado y de sana complexión, formalote y laborioso, era la viva imagen de atildamiento y compostura personales a la vez que antítesis y absoluto contraste de lo desharrapado, astroso, desastrado, andrajoso y harapiento de nuestro Planeta.
Todos los días, los zapatos bien lustrados, pulcro y purificado por dentro y fuera, con impecable raya en los pantalones, producto de desvelos maternos - su protectora mamá teníalo siempre como un anís-, con la puntualidad de tren inglés salía de su domicilio para encaminarse a su centro laboral, que por entonces quedaba en la esquina de la Calle Lima y Salaverry, institución que se encargaba de gestiones similares a las del apostol y evangelista San Mateo antes de entrar al servicio del Salvador.
Jiron Salaverry con Calle Lima 1920
Cumplidas Peluquete las anualidades que Moisés deambuló por el desierto con su pueblo luego que hubo salido de Egipto, cuarenta ni más ni menos, habiéndose quizás agotado o quedado escuálida la hucha de impuestos y recaudaciones estatales, o considerando su chalaca vida como libro ya leído y con urgencia de inmediato reemplazo, solicitó visa turística, embaló bártulos y motu proprio fue con ellos a residenciarse a orillas del Potomac. Eran épocas estupendas en que con simple permiso turístico cualquierita podía cumplir sus dorados sueños de cobrar sueldos en verdes billetes, color follaje y esperanza, como eran los robustos dólares de aquellos dichosos y bienaventurados tiempos. A juzgar por las complicaciones legales y las pellejerías actuales, desde entonces a la fecha manifiestamente la existencia se ha embrollado y oscurecido.
No había aún transcurrido el primer bienio de voluntario éxodo en la Tierra Prometida cuando Peluquete, sin duda movido por la nostalgia hacia el terruño, con su buen fajo de dólares en la faltriquera vino a La Punta para pasarse semana y media de muy bien ganadas vacaciones. Fue precisamente en tales circunstancias, siendo todavía adolescente, cuando lo entrevisté.
Balneario de La Punta 1930
- ¡Hola, Peluquete!
- ¡Guauuu, Rrricarrdou!, how are you?
- ¡¿Yo?, como cohetón, Peluquete!,… Cuéntame cómo te sientes, cómo la vas pasando en los Yunaites.
- Mucho bueno, mucho bueno, Rrricarrdou,… I now am very glad to be here in La Puntauuu.
- ¿Cuánto tiempo que estás ya fuera del Perú?
- Go two... van dous years, dousañous, Rrricarrrdou.
- ¿Qué tal te ha ido?
- A mí irme muy bien en Ammérrrica,... Yo trabajar ahorrra en factory de hoses,... ooohuu, ¿cómo decirse hoses?... Aaaaa, yes: manguerrras. Sí: yo trabajar produciendo manguerrras. Soy manguerrerrrou,... Ser mucho bueno job.
Caminando por Cantolao nos habíamos sobreparado para contemplar el mar, lo avanzado de la tarde y el crepúsculo:
- Beautiful,... Very wonderful setting,... Very wonderful sunset, ... !A mí gustar muchou -dijo Peluquete en un arranque de fascinación-.
Playa de Cantolao - La Punta 1959
- ¿Te refieres a la puesta del Sol, al ocaso?
- What?!
- Puesta del Sol, ocaso,...
- ¿Oucassou?,…¿oucassou?,... Ouhh, yes: ¡al oucassou!
Lo que Peluquete pudo haberme contado en cinco minutos le llevó casi una hora hablando su jerga oclusiva. Significóle ciclópeos esfuerzos hallar la palabra correcta, precisa, apropiada, y articularla: morisqueteaba con todo el rostro; guiñaba los ojos y ponía los labios en O como si le faltara oxígeno. Sufría aturdimientos y soponcios en sus esfuerzos de hallar el vocablo apetecido. Doblaba la boca y convertíala en tubo acústico, como atacada de huracanes tropicales. Definitivamente, Peluquete tenía la lengua convertida en enrevesado nudo marinero.
Han transcurrido cincuenta años de este suceso, y a la fecha Peluquete debe ser un caballero casi nonagenario, y más gringo que los gringos mismos... ¿Recordará alguna palabra en castellano? Quizás los achaques y senilidad propios de la edad hace rato le hayan hecho olvidar lo poco que del habla materna aún archivaba en el caletre, cuando en su plenitud viril, luego de dos años de ausencia, visitó El Callao.

Ricardo E. Mateo Durand
Tartu
Estonia


Fuente de Imágenes:
Archivo de Imágenes CURRARINO
Lima La única





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