miércoles, septiembre 19

Narraciones Porteñas : Arroz con Pisco


ARROZ CON PISCO

Escribir relatos es tarea especialmente gratificante y recompensa con creces el esfuerzo desplegado. Dedicarse a las memorias no significa componer textos volátiles, puros, asépticos ni impalpables, que se hallen inmaculados ni en los aires, como levitando, sino arrancar del pasado personas, circunstancias, eventos, sucesos reales relegados, y reproducirlos en lo posible con sus sabores, olores, colores, pesos y medidas para aquéllos que los conocieron y quizás los olvidaron, o para aquéllos que no tuvieron noticia de esos lejanos personajes y accidentes, hace muchísimo tragados por el tiempo, que ahora traemos a la vista de quienes nos leen.
Para el cumplimiento de nuestro propósito tanto mejor cuanto con más fuerza quedaron guardados en nuestro interior; tanto más acabada la crónica cuando más conservamos las facultades psíquicas por medio de las cuales se retiene y recuerda el pasado, puesto que debemos regresarlos a nuestro mundo de hoy, revivirlos sobre el papel con la mayor expresividad que seamos capaces. No nos referimos a entes hipotéticos, supuestos ni imaginarios sino a gente de carne y hueso, cuyo parecido con personas vivas o muertas no siempre son pura coincidencia, como el caso que ahora nos ocupa. Precisamente por esto nuestro trabajo lleva consigo riesgos: nunca faltará un hijo, un nieto o algún descendiente o deudo ofendidos, predispuestos al disgusto, algún pariente quisquilloso. Digámoles a ellos, sin embargo, que no abrigamos afán de censura ni desaprobación; ni siquiera la más mínima animosidad, y menos de recriminación ni vituperio. Al contrario: nos anima simpatía, y hasta apego para con estas personas. A continuación me referiré a Arroz con Pisco, dejando constancia y testimonio expresos que no se trata de ningún plato de la gastronomía peruana. Dicho lo dicho vayamos a Arroz con Pisco...

  Ricardo E. Mateo Durand (Pupo) autor de la presente narración
... Que no era otro sino uno de los inspectores y vigilantes de disciplina que hubo en el Colegio Italiano Santa Margarita del Callao. Como no podía ser de otra manera, era raro el maestro o funcionario que pasara por la existencia sin su respectiva chapa. Empezando por Cabeza de Toro – Antonio Soldano –, nuestro distinguido director, que fue persona excelente. Así lo llamaban: Cabeza de Toro, o Toro a secas, por la sencilla razón que descollaba por sus dimensiones considerables, sin que significara que fuera contrahecho, ¡no!: Cabeza de Toro no tenía nada de fenómeno ni de monstruoso. La nómina continuaba con los demás profesores, como Pan de Familia – Jorge Lizarbe Valiente –, Panadero – Marciano Méndez Contreras –, Garlopín – Víctor Delfín Ramírez–, Beethoven – Augusto del Prado Pacheco –, etc. Arroz con Pisco cumplía sus funciones en colaboración de Burranca u Ojo de Toro, que era el mismo caballero: dos sobrenombres distintos y un mismo señor verdadero. Lo de Burranca le venía por analogía gráfica y, por tanto, por la similitud fónica, por la afinidad prosódica, por compadrazgo lingüístico y semejanza fonética con su apellido; y, Ojo de Toro, porque hacía gala de unos globos oculares que parecían querérseles salir de sus órbitas, como si el personaje estuviera pujando por estítico, por añejo estreñimiento, por endémica astringencia. Ese par de luceros visuales daban impresión de súbito, inesperado e intensísimo descargón de energía galvánica por sentarse sobre retrete eléctrico cortocircuitado, desasosegado como manifestábase por desembarazarse de tamaño lastre defecatorio.

Fachada principal de la Escuela Santa Margarita del Callao
(Colegio Italiano, Calle Alberto Secada)
Antes de continuar, dejo también testimonio que, según la Real Academia de la Lengua del Callao, se permite la grafía tanto de Arroz con Pisco como de Arrozconpisco, porque ambas variantes fueron sancionadas y aceptadas por los chalacos: Vox pópuli, vox Dei.
El héroe de nuestra historia, pues, Arroz con Pisco, era hombre término medio: ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni fuerte ni débil, ni rápido ni lento, ni listo ni molondro. Nada de extremos ni radicalismos. Eso sí: honrado a carta cabal. Aunque hijo del mero pópolo, viéndolo de semiperfil tenía un aire de distinción, de refinado porte personal, cierto parecido con Vittorio Emanuele lll. No poseía cabeza de zapallo ni de calabaza ni de sandía ni de melón; ni hexagonal ni paralelepípeda ni cuadrada ni poliédrica hacia abajo ni hacia arriba. Tampoco especificaré si se trataba de simple testa dolicocéfala, braquicéfala ni mesocéfala, pero sí preciso que estaba coronada por cabellos canos, ya ralos porque a la sazón hacía rato habían iniciado emigración hacia otras latitudes, ¿cuáles?, no se sabe. De ascendencia italiana, habíase residenciado con su propia familia en el tantas veces nombrado y renombrado Barrio de Paita-Libertad, para feliz memoria, donde era jefe de úberrima prole: entre varones féminas, entre bambini e ragazze, tenía como ocho. Su consorte fue digna señora, trabajadora como ella sola. Ayudándose de su Singer, se le veía siempre cercana a uno de los ventanales de su casa, no para husmear vidas ajenas ni rajar de las vecinas ni testimoniar cosas que nunca ocurrieron, sino para que la luz del Astro Rey iluminara sus pespuntes e hilvanados, como que faenaba de Sol a Sol en corte y confección de ropa, y en zurcidos, remendados y parchados para ingresos y beneficio de la familia.
Plazuela de Paita-Libertad (El Callao)
A las entradas y salidas del colegio, entre recreos, Arroz con Pisco paseábase por el patio resguardando la disciplina y el orden, que buena falta hacía con los educandos del Colegio Italiano y con los educandos de todos los colegios del mundo. Caminaba cabizbajo, como meditando, como reflexionando, ensimismado, abstraido en no sé qué filosofías. Desplazábase con la derecha suelta, sujetándosela por detrás con la mano izquierda, cuyo brazo pasaba por las espaldas. En la diestra mano sujetaba un madero charolado, con agujero redondo en uno de sus extremos por el que podíasele pasar pita para eludir pérdidas, pero aún sin cordón jamás se le extravió. Debido a que se trata de importantísima pieza didáctica dedicaremos unas líneas en describirla.
Más que listón o madero a secas era vara o estaca, de color marrón. Imagínensela de un codo de longitud, por dos pulgadas de ancho y unos tres centímetros de espesor. Las aristas superiores habían sido cercenadas, rebajadas, atenuadas a todo lo largo, por lo que la tranca tenía la apariencia de ataúd para anguila o cienpiés, si es que hubo alguna vez catafalco para tales animalejos. Queda claro que nos referimos a un garrote disciplinario, sancionador, punitivo, para varapalazos contundentes, que de haber llevado divisa habría sido la de por la sinrazón o la fuerza.

La letra con sangre entra ...
Quien bien te quiere te hará llorar
(máximas antiguas)

Cuando no era momento de asueto y las clases tenían lugar, Arroz con Pisco de manera parecida como en los recreos, filosofando, discurría por los corredores del colegio solo, sólo que en estas circunstancias la cachiporra hallábase ora en absoluto reposo, ora meciéndose como Péndulo de Foucault, esperando mejores tiempos dónde acorporar.
Una de las características más saltantes de nuestro biografiado era el perenne cigarrillo, que casi nunca se separaba de sus labios, Inca, para el diario, y Nacional Presidente, para los fiestas de guardar, sucesos notables o efemérides patrias. Daba la impresión de haber nacido no con el dedo pulgar en la boca, como vienen al mundo algunas criaturas, sino con pucho, que, como la zarza que vio Moisés en el Monte Sinaí, tenía la virtud de no consumirse jamás. En realidad sí se extinguía, pero cuando esto estaba ocurriendo era reemplazado dialécticamente por otro cilindrin que, como los magos, prestidigitadores e ilusionistas, no se sabe de dónde extraía. Ya que llegamos a punto de tan de capital importancia, dejemos constancia histórica de aparejo sine qua non no era posible fumarse hasta la última hebra y molécula de tabaco, que no era otro que las uñas del pulgar, índice y cordial de la mano derecha. Describámolas en párrafo aparte.
Para que se tenga idea de lo que deseo reseñar, diré que las uñas restantes de los dedos del diestro remo, o sea la del anular y la del meñique, al igual que los de los cinco dedos de la mano izquierda, eran regulares, normales, uniformes, parejas. Cumplían completamente las normas de cualquier institución decente. Decente y docente. Mas, las mencionadas del pulgar, índice y cordial de la diestra habían crecido también uniformes y homogéneas, pero extendiéndose unos cuatro centímetros, por lo muy menos, como las de Fu man-chú, las mismas que Arroz con Pisco utilizaba a modo de pinzas o tenacillas para sujetar la incandescente brizna incaria o nacionalpresidencial expelente del último suspiro tabacalero. Eran fuertes, recias, poderosas, de color amarronado, acastañado oscuro, nicotinado hasta el último átomo, hasta sus protones y electrones más recónditos, hasta las últimas partículas subatómicas; como charoladas con barniz indeleble aplicado de una vez y para siempre. Cualquier cóndor, gavilán, halcón o ave rapaz y carroñera de Costa, Sierra o Selva habría ambicionado éstas, se las habría envidiado, se las habría codiciado, las habrían ansiado para ellos mismos: no habría habido conejo, reptil ni alimaña que se escaparan de tales garras, de tales excrecencias y protuberancias queratinosas.
Estando con el puchito en funciones las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y las trescientas sesenta y cinco jornadas del año, incluido el adicional de los bisiestos, desde los pliegues del alma Arroz con Pisco despedía intenso, penetrante y fétido olor a tabaco, arrojados por todos los poros corporales, por todos los orificios de su humanidad, como si de charqui serrano se tratara. De la misma manera como en la lejanía se divisa el fogonazo del disparo antes que nos llegue la detonación, así también, desde los confines más remotos del Colegio Italiano Santa Margarita del Callao percibíase el hedor del fumador minutos antes que éste se hiciese presente, hediondez acentuada por el otro elemento que nos queda por revelar: pisco de a dos por medio la mulita, adquirido en la pulpería del Chino de las Tres Puertas o en cualquier otra taberna sacarronchera, urticarienta y muertelentera del Callao.

Pulpería de El Chino de las Tres Puertas
Entrada de la Calle Libertad
Arroz con Pisco era por entonces hombre de edad. Tenía la tez blanca, rosada, rostro casi colorado, sobre todo los pómulos y la nariz. Lucía áureo bigote a lo Chaplin, en su caso azafranado por el alquitrán y la nicotina. Vestía traje color azul claro a rayas blancas: trazos delgadísimos, desvanecidos ya, por el paso del tiempo, languidecidos por el uso, desgastados por alegrías y desengaños, desleídos por la luz solar y lunar. En los recodos de mis evocaciones de adolescencia lo veo deslizarse entre escenas fantasmales, como la sombra del padre de Hamlet, pero con puchazo entre los labios, o muy bien sujeto entre las tenazas dactilares, sin quemarse las yemas, asegurado al máximo para que no se lo arrebatara fuerza alguna, ni siquiera diabólica, aunque sólo para eso Mefistófeles viniera a este mundo. Lo veo con su regla disciplinaria, sujetándose el brazo derecho con la mano del izquierdo pasada por detrás de la espalda, filosófico él, como especulando intrincados pensamientos metafísicos ascendentes a los santos cielos en las volutas de humo.
Hemos hablado de tabaco y de pisco relacionándolos con nuestro héroe chalaco ... ¿y lo de Arroz? ... Las arduas y profundas búsquedas llevadas a cabo para aclarar este punto sólo han arrojado que en el Colegio Italiano Santa Margarita del Callao lo bautizaron con el epíteto de Arroz por ser blanco de piel, y popular, muy popular: producto alimentario sencillo, habitual y corriente que junta y combina en muchos y diferentes platos.
Un día, hace ya decenios, recibí carta del Callao. Miro el sobre contento, lo rasgo y abro. Extraigo el mensaje, lo leo y me entero con tristeza:
- Pupo: te contaré que acaba de fallecer Arroz con Pisco ... Estaba bebiendo sus mulitas en una chingana chalaca y dos de sus amigos se trenzaron en trifulca para determinar quién de ellos tenía la razón sobre un asunto que se suscitó no se sabe cómo ... Parece que comentaban sobre fútbol y surgió la controversia. Fue una de esas discusiones de cantina, esas peleas sin ton ni son ... Arroz con Pisco quiso arbitrar, interponer sus buenos oficios, terciar para separarlos, hacer un llamamiento a la calma y a la concordia para evitar que esos energúmenos se hicieran daño, y una coz perdida le quebrantó las pelotas, muriendo como consecuencia del patadón. Hasta el momento que te escribo, la policía sigue investigando si fue puntazo, tacazo, tacle o rodillazo lo que le metieron, así como también cuál de los huevos recibió el golpe resultando más comprometido, si el derecho o el izquierdo, o el par por igual. Independientemente a las pesquisas que las autoridades dicen llevar a cabo, con muestras de dolor de todo Libertad y de los barrios aledaños, anteayer lo enterraron en el Baquíjano y Carrillo, no recuerdo si en el Cuartel de San Baco o en el de San Dioniso (Dionysos en griego antiguo), nicho D-3. Un día de estos iré a llevarle flores. Es todo por ahora. Cuídate ... ¡Chau!

¡Requiescat in Pace, Arroz con Pisco!

 

Ricardo E. Mateo Durand
El Callao - Perú
Tartu - Estonia
Jueves 02 de agosto de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...