jueves, abril 12

Narraciones Porteñas : Carlitos

CARLITOS

Carlitos era un muchacho pacífico y buena gente, independientemente que ni de lejos poseyera estructura somática que recordara a Luis Ángel Firpo, el Torito de las Pampas. Nació no en las interminables extensiones patagónicas donde pudiera chivatear incansable sino en el barrio de Apurímac, por lo que sus primeros años los pasó mataperreando por Loreto, Ancash, Carrillo de Albornoz y otras calles colindantes, limítrofes o vecinas con la Mar Brava, parajes de malosos y forajas, donde por quítame esta paja Coladas y Tizonas utilizan de vaina pechugas y lomos de contrincantes o rivales, o simplemente de inocentes desorientados para aliviarlos del fardo de la billetera.
Barrio Obrero 2 en las Costas de la Mar Brava / Archivo Currarino – El Callao
Se hizo joven en tiempos que la emigración enfilaba hacia el Sur Grande, hacia el Dorado argentino, y para allá se fue. Carlitos llegó justo para ser testigo del magnetismo con que las multitudes respondían al verbo de Evita; luego, a su extinción física; después, a balas y a todo tipo de proyectiles con que sacaron al viudo General de los Descamisados cuando por entonces su fama habíase ya desleído faltándole el hechizo y peana aportados por su difunta mujer. Cayó el telón cuando el jefe máximo hubo de salir a paso polkeño para aceptar asilo al otro lado del charco, ofrecido por aquel autodenominado Generalísimo y Caudillo por la Gracia de Dios.
Digamos de paso que a Carlitos lo mandó su progenitor, quien quería verlo convertido en galeno que le hiciera sombra a Miguel Servet, sin que Carlitos, claro, tuviera que terminar chamuscado en la hoguera. Llegado que hubo a la capital gaucha casi no le dedicó tiempo a la facultad de medicina ni a anatómico ni a disección alguna de ningún difunto, actividades que no lo atraían, sino al fandango, gato, carnavalito, malambo, pericón, milongas y otros bailongos más, llegando a constituirse en un verdadero maestro en dibujar con piernas y pies cabriolas folklóricas y porteñas, bien chapao a garaba papusa que no fuera chorra. Ante tamaña variedad, echaron decididas raíces y prelación en su espíritu el mero tango y sus exponentes máximos: su tocayo el Zorzal Criollo y Libertad Lamarque. De esta manera, Carlitos a secas se convirtió en todo un Ché Carlííítos, así, arrastrando las letras y pronunciación como buen rioplatense.
Dos lustros de ausencia llevaba ya Ché Carlitos del Callao cuando la hucha y la voz paterna dijeron nones retirándole incontinenti el apoyo pecuniario y dejándolo sin piso donde pararse. Viéndose en tal situación, Ché Carlitos retornó con ese calificativo e interjección muy bien ganados, para lo que hubo de deshacer el camino por el trayecto de Salta y Jujuy, cruzando Bolivia y continuando hasta el Perú, suceso que las crónicas registran como acontecido a principios del sexto decenio del vigésimo siglo y segundo milenio de la era cristiana.
Llegado que hubo, pues, al Callao, las salobres brisas de la Mar Brava sólo cooperaron para aumentarle las nostalgias y añoranzas por el paraíso perdido. Se encontraba con los amigos en la esquina de la Calle Lima y Marco Polo –cortadas, como las llamaba Ché Carlitos-, donde a la vuelta de la Dos de Mayo, en la Calle Lima funcionaba una pulpería cambalachera con arrestos de bar, boliche bien camba, le decía él, donde los amigos hacíamos bolsa común para invitarle cerveza e inspirarlo en sus evocaciones y canturreos argentinos:
Mi Buenos Aíres querido
Cuando yyyo te vuelva a ver
No habrá más pena ni olvido...
Marco Polo, con Calle Lima y 2 de Mayo / Archivo Curarrino - El Callao
La Calle Lima era arteria de dos direcciones, donde quizás lo más sobresaliente fuera las vías por donde hacían su recorrido los tranvías que partían de La Punta y lo concluían en la Plaza San Martín. Igual, los urbanitos, arrancaban del mismo sitio que los tranvías, llegaban hasta la altura del mercado del Callao para doblar por la Cusco, proseguir hasta Constitución, bajar para encontrarse con la Plaza Grau y enfilar nuevamente a Chucuito y La Punta. La Calle Lima, entonces como ahora, fue emporio de tiendas e imán de caminantes, y de viejos y jóvenes que salían para ver y ser vistos.
Calle Lima inicio de los 1960 / Archivo Currarino – El Callao
Tranvía en el Jirón Constitución / Archivo Curarrino - El Callao
Tranvía partiendo de la Plazuela principal de La Punta / Archivo Currrarino - El Callao
Todo era beberse un par de bielas cuando Ché Carliiitos tenía ya el lunfardo a flor de labio. Los compañeros le dábamos cuerda y le seguíamos la corryyiente. Ché Carlitos tosía y tomaba la palabra:
Ché, pibes, por qué sós tan amuraos y faltos de beguén, cuando en este mundo hay que tener berretín para todo. Con la barryya (barra) sólo hay que batir, y darle su buena biaba al coso que quiere compadrearse sin que lo haígan invitao, porque nomás me pongo chivo y le doy su estatequieto a cualquier gavión, más si hay garufa farolera que me amola de sol a sol, la dejo fané descangayyyada y no le paso ni pio de guita. Si tuviera que contarles mis laburos les diría que alguna vez fui a gayyyola por bajarle los humos a un malevo que se me cuadró sólo por junar a su garaba...
Nos hacía partícipes de sus intimidades remolcando las palabras y dándoles las inflexiones y modulaciones rioplatenses, tono conveniente para de manera inmediata carraspear y desbloquear el gaznate:
Tomo y obligo, mándese un trago
Que hoy necesito el recuerdo matar
Sin un amigo, lejos del pago
Quiero en su pecho mi pena volcar...
Y continuaba dando campo libre a la evocación, a las escenas más queridas:
...Pero pude salir y estuve matrero por unas fechas, dándole al fuelle y gambeteándome de la treinta y tres. Es fregao darle a la morfa cuando se está mitronga y pelandrún buscando a cualquier punga conocido para salir de rante y reo. Cualquier morlaco que caiga, por poco que sea parece murga, y cuando las cañerías se retortijonan por sus oquedades y el mufle se oxida por falta de uso, uno sueña con postas percantas, pero hay que ser rana para librarse de sotretas y fifís que le dan a la cocó...:
¡Café de los Angelitos!
¡Bar de Gabino y Cazón!
Yo te alegré con mis gritos
En los tiempos de Carlitos
Por Rivadavia y Rincón...
...Hocicaba y me paraba, porque no soy maula, y en los últimos tiempos había que conseguirse los morlacos del merco y los tamangos pa´ jironear por Ryyeconquista donde yyyo tenía una papa, porque la alcancía del viejo hacía agua y no yyyegaba hasta la viyyya de La Boca donde yyyo vivía...:
Y en el dulce rincón que era mío
Su cansancio la vida bosteza
Porque nadie me llama a la mesa de ayer
Porque todo es ausencia y adiós...
Esquina aledaña a la Mar Brava / Archivo Currarino – El Callao
Viviendas paralelas a la orilla de la Mar Brava / Archivo Currarino - El Callao
Diez quinquenios nos separan de estas escenas, y si alguna vez pasaras por Apurímac, Loreto, Ancash o Guisse, y te detuvieras para oír el rumor de la Mar Brava – nomás que sea de día porque de noche ya no sales –, escucharás el céfiro y hálito marbraveños con remembranzas a Ché Carliiitos
Porque nadie me llama a la mesa de ayer
Porque todo es ausencia y adiós...
Ricardo E. Mateo Durand
Tartu
Estonia




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