CARLITOS
Carlitos era un muchacho pacífico y buena gente, independientemente que
ni de lejos poseyera estructura somática que recordara a Luis Ángel Firpo, el Torito
de las Pampas. Nació no en las interminables extensiones patagónicas donde
pudiera chivatear incansable sino en el barrio de Apurímac, por lo que sus
primeros años los pasó mataperreando por Loreto, Ancash, Carrillo de Albornoz y
otras calles colindantes, limítrofes o vecinas con la Mar Brava, parajes de
malosos y forajas, donde por quítame esta paja Coladas y Tizonas utilizan de vaina pechugas y lomos de
contrincantes o rivales, o simplemente de inocentes desorientados para
aliviarlos del fardo de la billetera.
Digamos de paso que a Carlitos lo mandó su progenitor, quien quería verlo
convertido en galeno que le hiciera sombra a Miguel Servet, sin que Carlitos,
claro, tuviera que terminar chamuscado en la hoguera. Llegado que hubo a la
capital gaucha casi no le dedicó tiempo a la facultad de medicina ni a anatómico
ni a disección alguna de ningún difunto, actividades que no lo atraían, sino al
fandango, gato, carnavalito, malambo, pericón, milongas y otros bailongos más,
llegando a constituirse en un verdadero maestro en dibujar con piernas y pies cabriolas
folklóricas y porteñas, bien chapao a
garaba papusa que no fuera chorra.
Ante tamaña variedad, echaron decididas raíces y prelación en su espíritu el
mero tango y sus exponentes máximos: su tocayo el Zorzal Criollo y Libertad
Lamarque. De esta manera, Carlitos a secas se convirtió en todo un Ché Carlííítos, así, arrastrando las
letras y pronunciación como buen rioplatense.
Dos lustros de ausencia llevaba ya Ché Carlitos del Callao cuando la
hucha y la voz paterna dijeron nones retirándole incontinenti el apoyo pecuniario y dejándolo sin piso donde
pararse. Viéndose en tal situación, Ché Carlitos retornó con ese calificativo e
interjección muy bien ganados, para lo que hubo de deshacer el camino por el
trayecto de Salta y Jujuy, cruzando Bolivia y continuando hasta el Perú, suceso
que las crónicas registran como acontecido a principios del sexto decenio del
vigésimo siglo y segundo milenio de la era cristiana.
Llegado que hubo, pues, al Callao, las salobres brisas de la Mar Brava
sólo cooperaron para aumentarle las nostalgias y añoranzas por el paraíso
perdido. Se encontraba con los amigos en la esquina de la Calle Lima y Marco
Polo –cortadas, como las llamaba Ché
Carlitos-, donde a la vuelta de la Dos de Mayo, en la Calle Lima funcionaba una
pulpería cambalachera con arrestos de bar, boliche
bien camba, le decía él, donde los amigos hacíamos bolsa común para
invitarle cerveza e inspirarlo en sus evocaciones y canturreos argentinos:
Mi Buenos Aíres querido
Cuando yyyo te vuelva a
ver
No habrá más pena ni olvido...
Marco Polo, con Calle Lima y 2 de Mayo / Archivo Curarrino - El Callao
La Calle Lima era arteria de dos direcciones, donde quizás lo más
sobresaliente fuera las vías por donde hacían su recorrido los tranvías que
partían de La Punta y lo concluían en la Plaza San Martín. Igual, los
urbanitos, arrancaban del mismo sitio que los tranvías, llegaban hasta la
altura del mercado del Callao para doblar por la Cusco, proseguir hasta
Constitución, bajar para encontrarse con la Plaza Grau y enfilar nuevamente a
Chucuito y La Punta. La Calle Lima, entonces como ahora, fue emporio de tiendas
e imán de caminantes, y de viejos y jóvenes que salían para ver y ser vistos.
Calle Lima inicio de
los 1960 / Archivo Currarino – El Callao
Tranvía en el Jirón
Constitución / Archivo Curarrino - El Callao
Tranvía partiendo de
la Plazuela principal de La Punta / Archivo Currrarino - El Callao
Todo era beberse un par de bielas cuando Ché Carliiitos tenía ya el lunfardo a flor de labio. Los compañeros
le dábamos cuerda y le seguíamos la corryyiente.
Ché Carlitos tosía y tomaba la palabra:
Ché, pibes, por qué sós
tan amuraos y faltos de beguén, cuando en este mundo hay que tener berretín
para todo. Con la barryya (barra) sólo hay que batir, y darle su buena biaba al
coso que quiere compadrearse sin que lo haígan invitao, porque nomás me pongo chivo
y le doy su estatequieto a cualquier gavión, más si hay garufa farolera que me
amola de sol a sol, la dejo fané descangayyyada y no le paso ni pio de guita.
Si tuviera que contarles mis laburos les diría que alguna vez fui a gayyyola
por bajarle los humos a un malevo que se me cuadró sólo por junar a su
garaba...
Nos hacía partícipes de sus intimidades remolcando las palabras y
dándoles las inflexiones y modulaciones rioplatenses, tono conveniente para de
manera inmediata carraspear y desbloquear el gaznate:
Tomo y obligo, mándese un
trago
Que hoy necesito el
recuerdo matar
Sin un amigo, lejos del
pago
Quiero en su pecho mi
pena volcar...
Y continuaba dando campo libre a la evocación, a las escenas más
queridas:
...Pero pude salir y
estuve matrero por unas fechas, dándole al fuelle y gambeteándome de la treinta
y tres. Es fregao darle a la morfa cuando se está mitronga y pelandrún buscando
a cualquier punga conocido para salir de rante y reo. Cualquier morlaco que
caiga, por poco que sea parece murga, y cuando las cañerías se retortijonan por
sus oquedades y el mufle se oxida por falta de uso, uno sueña con postas
percantas, pero hay que ser rana para librarse de sotretas y fifís que le dan a
la cocó...:
¡Café de los Angelitos!
¡Bar de Gabino y Cazón!
Yo te alegré con mis
gritos
En los tiempos de
Carlitos
Por Rivadavia y Rincón...
...Hocicaba y me paraba, porque no
soy maula, y en los últimos tiempos había que conseguirse los morlacos del
merco y los tamangos pa´ jironear por Ryyeconquista donde yyyo tenía una papa,
porque la alcancía del viejo hacía agua y no yyyegaba hasta la viyyya de La
Boca donde yyyo vivía...:
Y en el dulce rincón que
era mío
Su cansancio la vida
bosteza
Porque nadie me llama a
la mesa de ayer
Porque todo es ausencia y
adiós...
Esquina aledaña a la
Mar Brava / Archivo Currarino – El Callao
Diez quinquenios nos separan de estas escenas, y si alguna vez pasaras
por Apurímac, Loreto, Ancash o Guisse, y te detuvieras para oír el rumor de la
Mar Brava – nomás que sea de día porque de noche ya no sales –, escucharás el
céfiro y hálito marbraveños con remembranzas a Ché Carliiitos
Porque nadie me llama a
la mesa de ayer
Porque todo es ausencia y
adiós...
Ricardo E. Mateo Durand
Tartu
Estonia
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