martes, octubre 30

Personalidades : Escritores Chalacos


ESCRITORES CHALACOS

El Callao ha tenido gran actividad intelectual aunque no ha solido tener buena publicidad en este aspecto. La labor de la inteligencia en la era actual, no sólo requiere hacerse presente, existir, sino que necesita divulgarse más entre todas las personas, masivamente, de ahí que los esfuerzos del cronista resultaron estériles cuando empezose a preguntar por todas partes: ¿Quiénes son o han sido los literatos, escritores o intelectuales más importantes del Callao?
Los jóvenes los desconocían. Eso creó una duda dramática: ¿será que esta tierra chalaca no es propicia para la creación literaria, la investigación o el ensayo?
Seguimos inquiriendo. Es la gente adulta la que nos ha dado las mejores, aunque aisladas versiones, sobre la vida intelectual más o menos intensa en nuestro primer puerto.
En principio, la patrocinada por el diario “El Callao”, que fuera fundado por don Darío Arrús. Muchas han sido las páginas importantes de este diario, páginas que en realidad, condensan toda la vida – entre pintoresca y bohemia - de nuestro Puerto.
También encontramos en toda buena Biblioteca la Historia Completa del Primer Puerto, escrita por don Rosendo Melo, a quien no dejaban de leer todas las generaciones anteriores a la nuestra. El Coronel Néstor Gambetta Bonatti tiene, asimismo, páginas muy bellas sobre El Callao, las mismas que han tenido mucha difusión no sólo en ese lugar sino a lo largo y ancho del territorio nacional.
Capítulo especial merece, por otra parte, la obra de la escritora doña Dora Mayer de Zulen (1868-1959), una estudiosa alemana que llegó al Perú y se encariñó de tal modo con El Callao que adoptó, para siempre, a nuestra ciudad como suya. Fue fiel colaboradora de su esposo, y su aporte a investigaciones indigenistas no puede ser omitido en su búsqueda y lectura por los aficionados a este tema.
A esta lista de escritores chalacos se agregan muchos nombres más aunque de menor nombradía. Lo real y correcto es que El Callao nunca fue una Provincia donde la labor intelectual haya sido ajena al quehacer del pensamiento.
En las nuevas generaciones especialmente –y esto lo informan profesores de sus mejores colegios-, se advierte el nacimiento, o, mejor dicho, renacimiento, de una inquietud juvenil muy bien encaminada. Nacida tal vez de las sabrosas tradiciones de don Ricardo Palma Soriano (multitud de ellas se refieren al Callao), todos los intentos iniciales de estos escritores del futuro inciden, generalmente, en la descripción de la ciudad y de sus misterios.
O como señala un profesor de Literatura: ... en la sensación entre romántica y angustiada, del mar, la soledad y los amores imposibles.
Pero esto es potencial. El tiempo dirá si El Callao seguirá dando buenos escritores al país.

C.C.R./1968

domingo, octubre 28

Callao Historia : Terremoto-Maremoto en el Callao 1746


BREVE NOTA RECORDATORIA DEL TERREMOTO-MAREMOTO DEL CALLAO
DEL AÑO 1746

La ciudad del Callao nació de cara al mar; así, como puerto marítimo y centro poblado existe por necesidad geográfico-económico-política, por exigencias y mandato objetivos de las relaciones e intercambios con los demás países del mundo, para entrelazarse con los continentes en el campo del comercio, industria, negocios, ideas, instrucción, cultura, y toda la amplia y rica gama de posibilidades que trae consigo el contacto humano, el de las sociedades y el de los pueblos en pro de su desarrollo material y espiritual. Por esta razón, han sido numerosos sus residentes, y viajeros propios y ajenos que se interesaron por El Callao y lo visitaron, o quienes sin haber estado en cuerpo presente pensaron en él y escribieron sobre su dilatada historia antigua y moderna, sobre sus sucesos, acontecimientos, episodios, incluidos hecatombes, como la del viernes 28 de octubre de 1746, cuando las masas oceánicas lo sumergieron y extinguieron a su población.

Plano del Callao antes del maremoto-terremoto que lo asolara el viernes 28 de octubre de 1746

Para quienes deseen tomar contacto con la historiografía del Callao siempre será interesantísimo leer a Antonio de Uloa y de la Torre-Giralt (1716–1795), y a Jorge Juan y Santacilia (1713–1773), que lo reconocieron en el siglo XVlll y escribieron una Relación o informe en sus Noticias Secretas de América (1748), que fueron publicadas en 1826, o enterarnos de las notas o apuntes acerca del Callao, de Lima y del Perú, producto de la estadía del geógrafo, naturalista y explorador alemán don Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander Freiherr von Humboldt (1769–1859), quien estuvo en nuestro país entre el 02 de agosto y el 25 de diciembre de 1825. Igualmente, se deleitará quien haya leído Moby Dick, novela de Herman Melville (1819–1891), donde encontrará con alegría unas líneas sobre nuestra ciudad natal y Primer Puerto, y de la Tres Veces Coronada Ciudad de los Reyes del Perú. Otro tanto ocurrirá con La Vuelta al Mundo en la Numancia, narración de Benito Pérez Gáldos, libro correspondiente a la cuarta serie de sus Episodios Nacionales.

Escena limeña de la época virreinal

En tiempos actuales tenemos el enjundioso libro Historia del Callao: de Puerto de Lima a Provincia Constitucional (2007), del historiador chalaco don Francisco Quiroz Chueca (1956), con interesantes anexos: Fuentes Publicadas y Bibliografía, que son de enorme ayuda para los estudiosos y/o para los meramente interesados en el tema.

Escena que pudo darse en circunstancias de la hecatombe que destruyó al Callao
el viernes 28 de octubre de 1746

Haciendo alusión precisamente a este fatídico asunto, en el libro titulado El Callao Histórico (1926), de autoría de don Eleazar López Contreras (1883–1973), Presidente de los Estados Unidos de Venezuela en el período de 1935 a 1941, obra que fue reeditada en conmemoración del Sesquicentenario de la Capitulación de la Plaza Fuerte de El Callao (1975), según reza en la carátula del volumen que poseo, este último obsequio de mi apreciado amigo el Embajador don José Eugenio López Contreras -nieto del insigne e ilustre venezolano-, con singular erudición, el ensayista hace acopio de fuentes, relaciones, comentarios, hagiografía, planos, croquis, mapas, fotos, estadísticas, situaciones de guerra y de paz, acotaciones, notas críticas, etc., etc., brindándonos un panorama objetivo y polifacético de nuestra ciudad. Como noticia adicional, merced a su labor de acercamiento y entendimiento entre nuestros pueblos, diremos que en su día el Estado de nuestro país le confirió el grado de General del Ejército Peruano.
A modo de reseña de los aciagos sucesos acaecidos el viernes 28 de octubre de 1746, transcribo lo que consignó don Eleazar López Contreras en dos de las páginas (8–9) del mencionado libro, quien, citando al erudito escritor criollo don Eusebio Llano y Zapata (1721–1780), deja constancia de lo que sigue:
"De los cuatro mil y más de novecientos habitantes del Callao se salvaron poco más o menos 200: de ellos 32 en un lienzo de la muralla que llamaban fuerte de Santa Cruz; los demás fueron arrojados por la violencia de las aguas a más de dos leguas del arruinado Presidio.
Lo que no sucumbió por el terremoto fue arrastrado por las olas que subieron a tal altura, que trasportaron los buques de su fondeadero por encima de la población, varándose dentro y fuera de ella, como sucedió al navío de guerra "San Fermín", que apareció en las bajas de Chacara Alta (sic), esto es, en la parte opuesta de donde estaba anclado. De lo que fue el antiguo Presidio sólo quedaron algunos trozos de muralla y las dos grandes puertas de la ciudad."
Este domingo 28 de octubre de 2012 se cumplen 266 años de la tragedia. Por las presentes breves líneas, Callao Querido recuerda con emoción a los chalacos de todas las épocas, y, en especial, tanto a aquéllos que fallecieron como a aquéllos pocos que sobrevivieron sufriendo en carne propia los luctuosos sucesos del maremoto-terremoto del 1746, por quienes eleva un fervoroso pensamiento de admiración y respeto.
 
Ricardo E. Mateo Durand
Tartu - Estonia
El Callao - Perú

Fuente:

El Callao Histórico. Autor: Eleazar López Contreras. Edición de 1975: Sesquicentenario de la Capitulación de la Plaza Fuerte de El Callao.
Historia del Callao: de Puerto de Lima a Provincia Constitucional. Autor: Francisco Quiroz Chueca. Primera Edición, 2007.
El Perú visto por los viajeros. Tomo 1 - Biblioteca Peruana (1973)

 

 

 

miércoles, octubre 24

Callao Historia : Coctelería Chalaca - El Capitán


COCTELERÍA CHALACA: EL CAPITÁN

Según investigaciones de don José Antonio Schiaffino, el Capitán pudo haber nacido en Chucuito, barrio donde entre los años de 1905 y 1915 se asentó gran número de inmigrantes italianos, principalmente genoveses.

Chucuito - Plazuela Santa Rosa / Guardia Chalaca en los años de 1930

El vermouth formaba parte de sus costumbres y encontraron en el pisco un buen mezclador para producir el Capitán, vocablo además muy relacionado con el mar que, además, podría tener alguna relación con los capitanes de barcos. En El Callao se consumía y por el puerto se exportaba pisco producido en los valles aledaños a Lima. El gélido y húmedo clima invernal que azota nuestra Provincia Constitucional durante los meses de invierno hizo atractivo el consumo de este cóctel.

Marine Hotel, establecimiento donde pernoctó más de una vez don Miguel Grau Seminario.
 A su costado, el Pasaje Ríos. A sus espaldas, la Calle Constitución
Puerto del Callao en los 1850
Dentro de la lista de locales en que se servía este cóctail figuraban:
“La Poetisa”  de Carlos Currarino Roncone, entre las esquinas de Cochrane y Buenos Aires
En la foto don Carlos Currrarino al lado izquierdo, en el salón de té del mencionado local.
“El Rovira”,  propiedad del catalán don Miguel Rovira Bosh,
 en la Calle Daniel Nieto 197
 
 
El Chalaquito, propiedad del señor Cordano, en Constitución 224
 
“Bassi & Lagomarsino”, en Constitución 286, hoy de propiedad de Mateo
 
El local de “Piatti”, en la esquina de Gálvez e Independencia, junto a la iglesia Matriz
Bar "Samuelito" de propiedad de Samuel Maekawa,
ubicado en la Calle Fanning y la Av. Buenos Aires en Chucuito
En la imágen, don Samuel lo llamaban el "mago de los tragos divinos"
Don José Antonio Schiaffino, en entrevista a don Humberto Currarino Cámere, nos brinda receta de este trago:
“Varias personas, entre ellas mi querido amigo y coleccionista de postales Humberto Currarino Cámere, me han repetido los nombres con los que se conocían las recetas con las citadas proporciones de:
2-1, era un Comandante “sólo para hombres”,
1-1  era un Capitán “para todos” y,
1-2  era un Teniente “sólo para mujeres”.
Don Humberto es autoridad en el tema, pues su padre, Carlo Currarino Roncone, italiano lígure, fue propietario del bar restaurante “La Poetisa”, que contaba con el clásico “Salón de Familia”. El lugar atendió durante los años treinta en la esquina de las calles Cochrane y Buenos Aires, en el Puerto del Callao, sitio donde el Municipio empotró en la pared, para admiración de los transeúntes, un bellísimo mascarón del año 1746, que fue el del terremoto maremoto que asoló nuestra ciudad.
Mascarón del restaurante “La Poetisa”
El Capitán es un trago que aún se sirve en el bar de Rovira. Este local, a la muerte de don Miguel y de su hijo, pasó a manos de su nieta, doña Rosa Rovira Cánepa, siendo administrado y atendido actualmente por don Alejandro Chuquimango Reyes y su hijo Tito.
 
Interior del Restaurante Rovira en los años cincuenta
No está demás pasar por este local y pedirse un Capitán, recordando con este cóctel relativamente fuerte aquellos sabores que gustaban tanto a nuestros abuelos.
 
Fuente:
Callao Ciudad Puerto
Schiaffino, José Antonio
Restaurante Rovira
Alberto Paz de La Vega
Archivo Humberto Currarino-Callao
 
 

sábado, octubre 20

Callao Historia : Ocupación del Callao por la fuerzas peruanas el 23.10.1883


OCUPACIÓN DEL CALLAO POR LAS FUERZAS PERUANAS, 23.10.1883

No es el momento de atraer a estás páginas los horrores de la aciaga guerra del 79 ni evocar los héroes y lugares que soportó el país con la invasión chilena, pero no está demás recalcar que mucha sangre de mártires y sacrificio de héroes costó nuestra bandera.
Ella ondeó gallardamente en mil combates y sólo fue arreada por el enemigo sobre los cadáveres de la ciudadanía, cuando habíamos quemado ya el último cartucho; pero sus colores rojo y blanco alentaron siempre en nuestras almas un fuego sagrado de patriotismo que, a despecho de la fatalidad y la muerte, nos llevaron a la inmortalidad y la gloria: allí tenemos la epopeya de Angamos, el sacrificio de Arica y el martirio de Huamachuco.
El Callao tuvo la virtud de no ser vencido nunca por mar. Y si un día vio flamear sobre su inexpugnable fortaleza la bandera del invasor, otro día supo restituir allí mismo la bandera nacional, entonando emocionado el salmo de su libertad:
...Era el 23 de Octubre de 1883
Así comienza a narrar el Señor Reynaldo Luza.
¿Quién fue el Señor Reynaldo Luza?
He aquí la pregunta que nos hace el lector que no conoce al único funcionario sobreviviente de la primera administración peruana en El Callao a raíz de la desocupación Chilena.
¡¡¡Oigámoslo!!!
¿……………………?
No es necesario que se haga una apología a mi persona. No me agrada la propaganda. Fui siempre modesto. Nunca prediqué mi patriotismo porque el patriotismo no se siente ni se práctica para la exportación sino para servir leal y honradamente los sagrados intereses de la nacionalidad. Cada uno en su esfera de acción. Cada uno según sus facultades. Cada uno en el puesto que le corresponde como ciudadano, como militar, como sacerdote, como legislador, como intelectual o como obrero,... El deber es uno e indivisible, porque uno e indivisible es el amor a la Patria y a la Bandera.
Don Reynaldo Luza

No hace, pues, falta mi biografía.
Cumplí con mi deber y eso me basta.
Era entonces joven estudiante universitario y consagré a mi patria todo el calor de mi entusiasmo y estuve siempre atento a ofrendarle mi sangre y mi vida, pero ella no me llamó sino a los servicios de la administración pública.

¿Cuándo se verificó la desocupación chilena?
La desocupación chilena del Callao tuvo lugar en la mañana del 23 de octubre de 1883. No pueden ustedes imaginarse cuál sería la alegría y la emoción que embargó el corazón de los chalacos cuando la bota del invasor dejó de pisonear las calles del Puerto. El desahogo fue grande. El pueblo se echó a las calles como arrebatado por una ola de entusiasmo y a cada instante expansionaba su espíritu cantando el Himno Nacional…

¿Y la guarnición peruana?
La guarnición peruana se organizó en la Magdalena y llegó al Callao en la mañana de aquel día. Momentos después frente al local de la Prefectura y, cuando se hallaba congregado el pueblo, se izó el Pabellón Nacional y se echaron al vuelo las campanas de las iglesias.
Plazuela Constitución en el año 1883
Notese el mástil donde se arrio la bandera chilena para luego izar el pabellón peruano

Miles de labios entonaban la canción nacional.
Miles de manos aplaudían con alborozo las lumbraradas de la Libertad.
La calma seguía a la tempestad. La aurora del consuelo después de las tinieblas del sacrificio.
Aquel día fue un día de expansión, un día de redención del espíritu, un día inolvidable para los que lo vivimos.

¿Cómo se organizó la nueva administración peruana?
El gobierno dictó diversas disposiciones de carácter provisional para encausar la nueva administración pública. Los chilenos deshicieron todo. Trastornaron todo. Implantaron en los diversos servicios portuarios y administrativos el sistema de su país y con personal chileno, aplicando excesivos impuestos por concepto de aduanas y negocios diversos en El Callao. La nueva Administración Peruana tuvo entonces una labor de romanos para organizar los servicios.
Patente Tributaria de funcionamiento de negocio durante la ocupación chilena en el Callao
Obsérvense el escudo en la parte central superior y el sello, en la parte izquierda inferior del documento.

¿Quiénes fueron los primeros funcionarios de la administración pública en el Callao luego del retiro de las fuerzas del Ejército de Chile de la Plaza?

Prefecto: Coronel D. Vidal García y García
Secretario de la Prefectura: Reynaldo Luza
Ayudante de la Prefectura: Capitán Guillermo Best
Cajero Fiscal: Rosendo Sánchez
Amanuense de la Prefectura: Luis Gallinar
Subprefecto e intendente de la Prefectura: Comandante Adriano Zola Vidal
Jefe de la Guarnición: Amilcar de los Ríos
Comandante General de Marina: Capitán de Navío Federico Alzamora
Médico titular: Dr. Tito Melgar
Intérprete de la Prefectura: Rollin Thorne
Arquitecto de la Provincia: Jacobo Lo
Alcalde Municipal: Dr. Rafael Fonsepez Castilla
Juez de Primera Instancia: Dr. Nicomedes Porras
Director de Beneficencia Pública: N. Suárez
Decreto emitido por la nueva autoridad de la Plaza del Callao
¿Quien hizo la entrega del Callao?
Un Capitán del Ejército de Chile apellidado Santibañez. La ceremonia fue sencilla.
Todo estaba convenido con anticipación.
El pueblo tuvo, sin embargo, rasgos de hidalguía cuando la guarnición chilena se alejaba del puerto después de haber arriado su bandera.
Hubo desborde de alegría en medio de un ambiente de cultura y de fe en la reacción de la nacionalidad. La guerra no había sido sino un golpe y una advertencia. La desocupación suscitó oleajes de optimismo y las generaciones nuevas comenzaron a trabajar con otra visión para restañar las heridas y triunfar en los campos de la cultura y el progreso.
¿Sobreviven algunos funcionarios que acaba de proporcionarnos?
El único sobreviviente soy yo. Todos han muerto. Ya ven ustedes. El mérito mío es vivir todavía y sentir la satisfacción de ver que el Callao progresa y que va a celebrar el primer centenario de su creación como Provincia Litoral. Este privilegio me estaba reservado.
El venerable anciano nos habla con emoción patriótica y nos pide que sólo digamos que vive aún quien fue secretario de la Prefectura del Callao en el año 1883.
Cubre con su modestia los méritos que adquirió al servicio del país en otros ramos de la administración pública. Respetamos sus deseos, pero no podemos menos que consagrarle en estas líneas nuestra admiración, nuestro respeto y nuestra simpatía.
Vive aún pero como un ejemplo de virtud.
Vive con el orgullo de haber sido útil a su patria y de haberla servido con abnegación y con desinterés. Tiene grado militar de Capitán, y sin embargo, no percibe ninguna renta. Con su propio esfuerzo ha sabido conquistar una posición que le permitirá acabar sus día acariciado por el recuerdo de la Patria y por el cariño de su familia.
Publicamos el retrato del señor Luza, cuando fue secretario de la Prefectura del Callao así el texto del único ejemplar del bando prefectoral impreso, que se publicó el día de la restitución del Callao a la autoridad nacional peruana por las fuerzas de nuestro país.
 
Callao, 20 de Agosto de 1936
 

 

 

sábado, octubre 13

Callao Historia : La antigua carretera del Callao


VISIÓN HISTÓRICA DE LA ANTIGUA

CARRETERA DEL CALLAO

ANTES ERA UNA PROEZA VIAJAR DEL CALLAO A LIMA
Desde que la Colonia tomó en Lima su sede capital y fijó el puerto en el bajío o abra cercana al lugar nombrado Piti-piti, un tráfico más o menos lánguido y moroso ligó ambos puntos. Mucho habrá que decir acerca de cómo fue cimentándose el uso de determinada vía de comunicación, que luego había de denominarse la “carretera”, y cuyo término, a las puertas de la Metrópoli, hubo de fijarse en la “Portada del Callao”, que tal lo era exactamente, hasta la demolición de las murallas, el severo pórtico que se levantaba al final de la ruta y acceso a Lima. Pero no vamos a abordar tema tan vasto y sí limitarnos a más reducidos márgenes.
Grabado del Callao, por Huamán Poma de Ayala, 1615
Nuestra visión va a contraerse a épocas accidentadas y con sobrada razón de relaciones pintorescas; épocas de breve transcurso, más de hondos e interesantes recuerdos que han de constatar por sus características de soledad y parsimonia unas veces, o de zozobras y riesgos otras, con la actividad, bullicio, concurrencia y celeridad hoy imperantes.
Esto sabido, extendamos la vista en pos del objetivo y miremos un siglo atrás.
--------------------
Muy poco tiempo hacía que por empeño que al caso puso el residente francés M. Demuelle, habíase logrado el establecimiento de un tráfico de ómnibus entre la capital y el puerto, tráfico que empezó por el empleo de un carruaje o diligencia (o como antes dijimos “ómnibus”) que marchaba en la mañana de Lima al Callao para volver en la tarde del puerto, y otro que, saliendo del puerto temprano regresaba tarde de la capital.
Este servicio que en rigor durante algún escaso tiempo estuvo limitado a un solo carro que hacía ambos viajes en el curso del día, contó en seguida con el doble juego que expresamos y, poco más tarde, con mayor número de vehículos, alcanzando a tres los diarios viajes entre el puerto y Lima o viceversa.
Este era, pues, con las alteraciones indicadas, pero seguro desde un principio, para los viajeros el método más cómodo y garantizado de traslado.
A él había que agregar las pocas calesas empleadas por sus propietarios; algún mayor número de traficantes jinetes y, finalmente, el de los peatones, muy pocos desde luego, que sólo disponían de este lento medio de movilidad.
Carricoche Lima-Callao transportando pasajeros
Luego hubo también “coches” que se fletaban en determinadas ocasiones por quienes adoptaban este elemento de transporte, prefiriéndolo al del uso de la diligencia, para gozar de mayor albedrío en la marcha.
He aquí todos los recursos de locomoción existentes, que, puede asegurarse, no significaban en su totalidad un movimiento mayor de la escasa centena de viajeros diarios entre la capital y su puerto.
El flete de un caballo importaba un peso; el de un “coche” un cuarto de onza (de oro) y, el del de pasaje en diligencia u ómnibus no era muy diferente del de la primea tarifa.
---------- ----------
Dediquemos nuestra atención al curso de la vía. Tal como la visión que dirigimos nos lo va a presentar.
Del Callao se salía desde el propio desembarcadero, atravesando inmediatamente las polvorientas y estrechas calles de la población y dejando, al término de ésta, hacia la izquierda, el pequeño pedestal sobre el que se eleva la Cruz, legendaria salvada en el terremoto de octubre de 1746.
Grabado del Puerto del Callao en plena faena, 1860
 
Extendíase en seguida, ya en despoblado, líneas dilatadas de tapiales, a uno y otro lado, entrecruzadas a veces por más o menos espesos matorrales, secos y terrosos. Algo más distantes percibíanse arbustos que bordeaban los cantos del Río Rímac; y, vencida milla escasa de marcha mirábase de cerca el pequeño poblado llamado Bellavista, que no comprendía más de unas pocas decenas de casuchas visibles, sólo restos salvados de los destructores cañonazos recibidos cuando el sitio del Callao en la resistencia de Rodil.
Croquis colonial del Callao, en 1650
Continuando el camino polvoroso y árido, dejábase hacia la izquierda y a alguna distancia el cementerio Baquijano y, casi a su nivel inmediato a la ruta, presentábase el solo y único árbol del camino, a cuya sombra, industriosa mujer del pueblo acompañada de algunos relacionados, ofrecía refrescos, bizcochos y la apetitosa limeña mazamorra.
Se había ganado casi la mitad del derrotero; al hacerlo habíase encontrado en dirección a Lima grupos de arrieros conduciendo tropeles de burros, portadores de mercancías despachadas para el comercio o particulares de la Capital o que volvían al Puerto en busca de otros despachos; asímismo, cruzábase con uno que otro jinete, mucho más raramente con algún carruaje de uso privado, que emprendía la ruta en uno u otro sentido. La vía por lo general, sin embargo, presentaba aspectos de escasísimos concursos, y la nota de pasividad y abandono era casi predominante impresión del observador.
Más adelante, el viajero llegaba a la Legua, en donde se había avanzado la mitad de la distancia, y en donde, en frente de la bonita capilla de la Virgen del Carmen, que producía grata sensación, se encontraba un rancho, tambo o tienda de fragilísima construcción (adobe y paja), provisto de bastantes fiambres y licores, y bajo cuyo techo el caminante descansaba un rato, satisfaciendo la sed o el apetito. Lima, con todas sus seducciones, estaba ya cercana.
 
Vista panorámica hacia Lima del camino real Lima-Callao a la altura de la Iglesia de La Legua, 1840
El camino adquiría de pronto otros aspectos: después de seguir entre tupidos matorrales, de uno y otro lado, ofrecíanse a la vista sembríos de variados matices, por detrás de los tapiales, y muy luego a la vez que se percibían extensas huertas de grandes y ricas árboledas, plátanos, naranjos, pacaes, chirimoyos, perales, y otros más, veíanse en la inmediación los muros ovalados o, mejor los cercados en semicírculo, dispuestos para la comodidad del tráfico por el Virrey Abascal, y que también contenían en todo su rededor poyo de adobe en que reposar. Se llegaba a los óvalos, ¡de tan regocijada memoria para las risueñas colegialadas de Lima antigua!
Plano de caminos y objetos civiles
Pero el viajero, gozando del perfume de flores y frutos, sintiendo ya la vecindad de la Capital deseada, no interrumpía la marcha, y a pocos minutos se hallaba en frente de un gran pórtico adornado con molduras estucadas en el que notábase la mutilación o despojo de las armas regias que lo habían exornado: era La Portada del Callao, término del viaje en cuyo punto era forzoso detenerse para someterse a la inspección y cobranzas que la autoridad hacía en relación con los derechos de la sisa, de obligado pago en aquella ocasión.
Fue una de las portadas más hermosas construidas, al salir se encontraba una alameda de grandes longitudes en donde se destinaban grandes reuniones. La fachada tenía tres entradas. En la puerta central se colocaron las armas reales con la leyenda 'Imperanete Carolo IV'. Sobre la derecha se colocaron las armas de Lima y sobre la izquierda, las del Consulado, 1687
 
En ese momento, transcurrida dos largas horas de vaivenes y sacudidas dentro de un carro con todas las excelencias de la época: cubierto de polvo y sufriendo las consecuencias del sol canicular, si era verano, o de la dispersa llovizna, si era invierno; sofocado por las molestias de una posición incomoda por tan largo rato, el viajero, estaba al fin en la Tres Veces Coronada Ciudad de los Reyes del Perú.
Le restaba solamente atravesar las cuantas cuadras que lo separaban del Hotel Francés o de la Posada también francesa, en que habría de alojarse y despedir al auriga francés, así mismo de seguro, si es que el viaje se había efectuado en la diligencia del servicio de M. Demuelle.
Hasta aquí queda cumplido el itinerario de una travesía un siglo atrás entre El Callao y Lima.
Vista de calle limeña concurrida con acequi central y gallinazos  
La diligencia, típico vehículo que es el que da la regla a nuestra contemplación, era carruaje de fabricación francesa, con capacidad para doce o, a lo más, 14 pasajeros, que disfrutaban de escasa cabida, de lo que resultaba una inmediación codo con codo, que establecía entre los tripulantes, en el largo lapso de la marcha: una obligada confianza que se traducía en una nueva amistad si la simpatía mutua mediaba, o en un molestoso contacto, si esa simpatía se aburría.
Mosaico de vehículo tirado por caballos
En el primer caso surgía la charla espontánea y pública, que se generalizaba muchas veces; entre tanto que en el segundo se producían razonamientos insípidos  que originaban en ocasiones hasta riñas y obligados diálogos, que también podían generalizarse mortificantemente, o que terminaban por la discreta intervención de un tercero.
Cuanto la ruta de siete millas, interpuestas entre una y otra de las poblaciones ofreciera a la vista de los viajeros, no dejaba de motivar frecuentemente objetos de conversaciones súbitamente iniciadas; ya era la contemplación de las huacas y otras ruinas incaicas; ya los encuentros con arrieros que conducían sus recuas cargadas, con poca humanidad, de que eran testimonio las muchas osamentas dispersas en trechos del camino; ya era la aparición más o menos lejanas de las grandes casas habitaciones de las chacras o haciendas sitas a ambos lados; ya, cuando la claridad de la atmosfera lo permitía, la majestuosa apariencia, en prolongada lontananza, de las cumbres nevadas de la gran cordillera de los Andes, a muchas leguas de distancia; ya, si alguna incidencia daba lugar al descenso de los pasajeros, la curiosa lectura en las tapias o en los majos muros de los óvalos, de inscripciones políticas, “vivas” o “mueras” a los distintos caudillos, o de recuerdos amorosos consagrados a tal o cual efecto femenil; ya, finalmente, la inmediación de las cúpulas y torres urbanas, las que, destacándose en las cercanías de Lima, a los ojos de los viajeros les anunciaban el arribo a una ciudad de prometedoras calidades.
El recorrido de las calles de la población hasta bajar en la de Palacio o Bodegones, del carruaje para internarse al Hotel, ofrecía diversas particularidades. Al principio se presentaban calles de pobres aspectos y en que las paredes denotaban mal gusto y pobres condiciones de mantenimiento, pero en seguida se penetraba en el centro de la ciudad y se observaba ya el considerable volumen urbano a la vez que el bullicio, la vistosidad de los almacenes, la cuantía de los transeúntes, la general animación de un vecindario que dejaba translucirla, halagaban la mente y la vista del viajero.
Pintura de escena colonial limeña
Este tránsito de siete millas -más o menos 2 leguas castellanas (5572.7 m), para trasladarse de una a otra de dos ciudades de culta condición, no fue, sin embargo, ni mucho menos exento siempre de peligros y cuitas. Bien es cierto que situaciones de tal carácter fueron excepcionales; pero es evidente también que duraron, especialmente en dos ocasiones y por algunos años, y constituyeron muy ingrata nota para el viajero que llegaba a Lima.
Esas dos ocasiones fueron: la primera, cuando los intemperantes ambiciones políticas de Gamarra y de Salaverry, crearon una situación de desorden y desbordamientos, sucesos ocurridos en los años 1834 y 35; y, la segunda, cuando muerto el primero trágicamente, sobrevino prolongada anarquía de que aprovechó el latente bandolerismo para reproducir sus hazañas.
En ambas épocas el traslado de Lima al Callao o a la inversa, representó una proeza; de tal modo hacíase riesgoso el viaje porque partidas de salteadores, a veces simulando la menos aceptable calidad de montoneros, merodeaban por todos los campos y rutas vecinas a la capital y hacían sus cotidianas víctimas a cuantos se aventuraban al tránsito.
Son de fama los asaltos y despojo que entonces se hicieron. Los bandos de malhechores capitaneados por el negro Pedro León, que encabeza negros cimarrones, o por el indio Vivas, que comandaba indios montaraces, incursionaban sin cesar en las chacras de los alrededores o en las vías traficadas, y daban cuenta de dinero, ropas, vituallas, cabalgaduras, prendas todas y cualesquiera que fueren, y aún de la vida de los viajeros si oponían resistencia. Aparte de esas bandas de pésima reputación, había otros bandoleros sueltos que operaban con igual iniquidad y atrevimiento. Los matorrales y las huacas eran los conocidos apostaderos de estos facinerosos. Por entonces, era difícil determinar el punto preciso que en cada caso empleaban los ejecutores de este terrorismo.
En una ocasión el exceso corriente de ellos se ejercitó contra el Cónsul inglés -Mr. Charles Thomas Rowcroft- y su hija, la señorita doña Ellen, que fueron atacados en la ruta, asalto que le costó la vida al mencionado representante de la Corona Británica y la desaparición de la joven. Todo indica que este trágico suceso se debió más bien al bandolerismo de tipo político representado entonces por los focos de apoyo al régimen colonial de España. El Cónsul británico había llegado al Perú poco antes (1825). Para mayores datos del suceso, ver la interesante Tradición de don Ricardo Palma Soriano (1833 - 1919) titulada El primer Cónsul Inglés, que aparece en: http://es.wikisource.org/wiki/El_primer_c%C3%B3nsul_ingl%C3%A9s así como la breve nota http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Thomas_Rowcroft
Más adelante, ya en la época republicana, el gobierno enérgico y entendido de don Andrés de Santa Cruz y Calahumana (1792 - 1865), siendo Presidente del Perú (1827) restableció la absoluta normalidad en los caminos. Esto fue en relación con el primer período de bandolerismo.
El segundo período, que corrió de 1842 a 1845, presentó infinidad de atropellos y crímenes, angustiando a los pobladores honrados, sin que el gobierno de Vivanco, ni mucho menos los mandatarios interinos que lo sucedieron, los pudieran contener. Fue la firme y discreta administración de Castilla la que supo impedir sus depredaciones.
La inauguración del ferrocarril, llamado el Ferrocarril Inglés al final de esa administración, transformó las condiciones de tráfico y selló la apetecida desaparición de la criminalidad en la campiña entre El Callao y Lima, consolidando una urgencia para la vida social del país.
Estación Ferroviaria Santa Rosa del Callao, ubicada en lo que hoy es la
Avenida Miguel Grau, a la altura de la acera del frente del antiguo local del Colegio José Santos Chocano, 1890.
 
Con ello la visión de la antigua carretera del Callao concluyó también, quedando el recuerdo que dejamos expresado.


Fuente:
Diario El Callao, publicación del año 1916
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...